Cuando el mundo se enfrenta a una devastadora guerra que únicamente ha comenzado, puede parecer absurdo o insolidario hablar del impacto que esta está teniendo en el automovilismo deportivo. Pero, como sucedió cuando estalló la crisis sanitaria producida por el coronavirus SARS-CoV-2, es necesario poner negro sobre blanco para tratar de contextualizar las diferentes medidas tomadas por los organismos rectores de las carreras, la situación de los deportistas rusos y, por supuesto, de los ucranianos, a quienes les ha cambiado la vida de un día para otro.
Las tropas rusas avanzan sobre suelo de Ucrania, haciendo que el capítulo que se vivió en 2014 con la anexión de Crimea y la invasión de parte de los óblasts de Donetsk, Lugansk y Járkov sea algo a lo que ya no se le preste atención, porque la magnitud del conflicto ha alcanzado una cota netamente superior. Las consecuencias humanitarias son catastróficas y todo apunta a que la situación se alargará en el tiempo y su intensidad aumentará.
Por ahora, la situación en lo que se refiere al panorama deportivo del automóvil ha quedado delimitada por la declaración de la Federación Internacional de Automovilismo que ha prohibido las competiciones internacionales en Rusia y Bielorrusia (al ser parte de la invasión a Ucrania como aliado y socio de la federación transcontinental), así como el uso de las banderas e himnos ruso y bielorruso. No se podrá usar ningún tipo de decoración en los coches ni en las vestimentas que recuerden a los nacionales de estos países, por lo tanto, queda descartada cualquier reminiscencia a ellos en las competiciones amparadas por la FIA o cualquier Autoridad Deportiva Nacional adscrita a ella.
Además, los competidores rusos y bielorrusos sólo podrán participar usando bandera neutral y ajustándose a las normas y preceptos de neutralidad de la FIA, prohibiendo competir a los pilotos que no se adapten a esta norma. Tampoco podrán hacerlo los equipos de estos dos países en ninguna prueba internacional. En resumidas cuentas, no podrá haber ninguna referencia a Rusia y Bielorrusia en las carreras.
El impacto real
Efectivamente, esto tiene un efecto directo en el calendario de dos de los campeonatos FIA más importantes, Fórmula 1 y WTCR. La categoría reina de monoplazas ha cancelado definitivamente el Gran Premio de Rusia previsto en el trazado de Sochi y ha roto relaciones comerciales con sus organizadores; mientras que el mundial de turismos ha perdido la cita que también iba a celebrarse en la ciudad que organizó los Juegos Olímpicos de 2014.
De hecho, con la salida de sus roles habituales a los miembros de la FIA oriundos de esos dos países, tampoco sería posible la celebración de una carrera en estos territorios, puesto que de entrada no podría haber ningún tipo de oficial que velara por el correcto desarrollo de la competición, siendo la ADN rusa la responsable de ello dentro de su territorio, como sucede de igual manera en el resto de países.
Por lo que respecta a los pilotos y equipos, la situación más conocida es la de Nikita Mazepin, cuya continuidad en la estructura Haas de Fórmula está en duda. Ya no sólo por su origen ruso, sino porque UralKali, principal patrocinador del equipo estadounidense, se ha visto afectado por las sanciones y restricciones llevadas a cabo por la comunidad internacional en respuesta a Rusia por su invasión sobre Ucrania. Ya no es que las pegatinas de la empresa química no pueda ponerse sobre la carrocería del monoplaza, es que el dinero no va a poder fluir hacia los de Gene Haas, de manera que el asiento de Mazepin corre serio peligro, pues recordemos que es ese dinero y no su talento quien le llevó allí.
Está por ver también como afecto esto a otros pilotos rusos en la órbita de la F1, como Robert Shwartzman, que forma parte del programa de jóvenes pilotos de Ferrari. Pero, también a otros equipos y deportistas de las demás categorías del motor internacional. Ya desde que estalló el escándalo de dopaje, los participantes rusos han tenido que competir con bandera blanca y las siglas RAF (Russian Automobile Federation), puesto que no representaban a su país sino a su ADN nacional. Ahora, ni siquiera eso. Afectará a pilotos como Daniil Kvyat (WEC), Nikolay Gryazin (WRC 2) o Timur Timerzyanov (World RX) entre los Campeonatos del Mundo FIA, pero también a sus equipos. El novedoso Campeonato del Mundo de Rally-Raid (W2RC) es de esperar que sea uno de los más afectados, con numerosas tripulaciones rusas. Como ejemplo, habrá que estar al tanto de Kamaz y su gran elenco de cara al Dakar. Todos ellos tendrán que competir bajo bandera neutral de la FIA.
Por otra parte, está por ver si a pesar de estas restricciones, es posible que estos pilotos y otros tantos puedan competir. Con el rublo cayendo a mínimos, la pausa en el flujo de dinero y las sanciones, es complicado que ningún patrocinador de allí pueda gastar en carreras para apoyar a nadie. Económicamente va a ser realmente difícil porque las barreras que se han levantado son totalmente decisivas. Y esto ya no es que afecte a pilotos rusos o bielorrusos estrictamente, es que hay otros de distintas nacionalidades que dependen de estas empresas para competir internacionalmente.
¿Y qué hay de Ucrania?
Sin embargo, hay una cuestión que se echa en falta en toda esta madeja de decisiones para castigar a Rusia, como es el anuncio de medidas para ayudar efectivamente a los deportistas ucranianos, los verdaderos afectados por esta tragedia. Ya no para que pueda seguir compitiendo, ya no para dar apoyo a los jóvenes pilotos que se van abriendo camino y que seguramente se han visto obligados a regresar a su país para defenderlo del ataque ruso. Aunque únicamente fuera desde el punto de vista humanitario, se agradecería un gesto, una ayuda para que cuando toda esta vergüenza termine puedan continuar con sus carreras deportivas.
Aunque a día de hoy el conflicto está localizado, nada descarta que no puede transformarse en una guerra a gran escala con varias potencias implicadas. La magnitud de las decisiones deportivas, de un rango similar a las que se tomaron cuando estalló la Segunda Guerra Mundial no augura nada bueno. Ya entonces, las cancelaciones de carreras y los vetos a los pilotos de países contrarios en la contienda fueron constantes, aunque lo que de verdad paralizó al automovilismo fue la imposibilidad de competir por el propio devenir de la guerra. Esperemos que esta vez no lleguemos a tal extremo…