El GT World Challenge Europe puede presumir de ser uno de los campeonatos de GT más importantes del mundo. El esfuerzo realizado en estos años por SRO ha sido determinante para que el certamen se haya consolidad, aún a pesar de la marcha de la empresa relojera Blancpain, principal apoyo hasta el año pasado. El cambio de denominación ha sido un pequeño revulsivo en una temporada marcada por las limitaciones y la incertidumbre.
Uno de los ejes sobre los que pivota el campeonato es la peculiaridad de que dentro del mismo se engloban dos subcertámenes. Por un lado está la serie Sprint, heredera del extinto Campeonato del Mundo de GT1 y de la Copa Sprint de las Blancpain GT Series. Bajo su paraguas se disputan diferentes carreras en formato de corta duración y máxima intesidad, en las que lo más importante es ir con el pie a fondo de principio a fin.
Por el otro, se encuentra la serie Endurance, de un carácter similar a las pruebas de resistencia, con carreras de mayor distancia en las que hay que saber gestionar lo que cada equipo tiene y trabajar con la estrategia para lograr la gloria. Son dos conceptos que, unidos, han sabido capitalizar la atención de un mundo, el de los GT, absolutamente atomizado y con una competencia enorme. Con ello, se han puesto a un nivel tan alto que es imposible para otros campeonatos de la misma especialidad rivalizar con ellos, aunque no faltan los candidatos, al menos en Europa.
Tanto el alemán GT Masters como el español International GT Open tienen una política muy parecida, con carreras de alto voltaje y pilotos de sobrada calidad. Su filosofía basada en el protagonismo de los equipos privados ha funcionado de manera excelente en los últimos tiempos y, aunque las marcas no prestan apoyo oficial a las estructuras, sí cuentan con su respaldo. Y esto es algo que lo hace diferente y le da un extra de solvencia.
La coexistencia de las series Sprint y Endurance permite, bajo otro punto de vista, crear un ambiente competitivo en el que tanto equipos como pilotos pueden participar. Con un calendario que define hacia cuál de las dos copas se destina cada una de las citas, no existen solapamientos de carreras y ambas pueden gozar de todo el protagonismo en fechas diferentes. Así pues, con ocho eventos este año, cuatro pertenecen a la copa Sprint y las otras cuatro a la Endurance.
Las 3 Horas de Imola, 6 Horas de Nürburgring, 24 Horas de Spa y 1000 Km de Paul Ricard (6 horas) puntúan para Endurance, siendo carreras de una longitud similar -salvo la de Imola- a las del Campeonato del Mundo de Resistencia o el campeonato de la IMSA, en Norteamérica. Por su parte, las citas de Misano, Magny-Cours, Zandvoort y Barcelona son de la serie Sprint, disputándose en esos fines de semana tres carreras de una hora de duración en el caso de los eventos italiano y español, y dos en el de los francés y neerlandés.
Por ello, también existen dos clasificaciones diferenciadas. Hasta la anterior fecha en Zandvoort, tercera ronda de la serie Sprint y quinta del GT World Challenge Europe, Kelvin van der Linde y Mirko Bortolotti lideraban la general en Endurance; mientras que Dries Vanthoor y Charles Weerts lo hacían en la Sprint. Y a su vez, existe una tercera clasificación que engloba a las dos, en la que van der Linde lidera en solitario.
De esta manera, el certamen consigue dar popularidad a las dos variantes en las que los coches de GT han competido históricamente, las carreras al sprint y las de resistencia. Los GT3 que las disputan son vehículos capaces de rendir en perfectas condiciones en ambas vertientes. Pero hay una pega a todo esto. Y es que es más complicado entender la idiosincrasia del campeonato si no se sigue de manera contínua, lo cual no quita que prestar atención al GT World Challenge Europe pueda ser una experiencia automovilística enriquecedora que abra las puertas al mundo de los GT a numerosos aficionados a las carreras.