Los circuitos urbanos tienen un aire distinto a los permanentes, un ambiente que se mezcla con lo cotidiano y que perturba las rutinas de quienes viven cerca durante unos días para sustituir los coches de calle por los de competición. Cuando la Fórmula 1 se fijó en Valencia hace más de una década, a muchos se nos subieron las revoluciones. La idea se fue concretando y en 2008 nació el por entonces llamado Valencia Street Circuit.
Este trazado callejero, hogar durante cinco años del Gran Premio de Europa, discurría rodeando la dársena del puerto de la ciudad del Turia, utilizando sus instalaciones para alojar a los equipos, pilotos y todo lo necesario para la celebración del evento, aprovechando las obras que habían traído también la America’s Cup. Todo ello, además de un nuevo sector construido a propósito en un solar anexo, formó la pista levantina.
De entrada, hay que destacar que hoy en día no es posible dar la vuelta normal al circuito, puesto que el famoso puente que se construyó para unir ambos lados del puerto está recogido y no se puede transitar sobre él. Sin embargo, en nuestro paseo imaginaremos que sí lo han colocado en su sitio para que podamos pisarlo como hace no tantos años hicieron los monoplazas más rápidos del planeta. Comenzamos junto al Tinglado Nº4, en el que se colocaron los garajes de los equipos. Ocupado por un aparcamiento y por parte de la calle, viramos de forma natural a la derecha hasta llegar a la primera frenada.
Una chicane, cuyo asfalto forma un paseo peatonal junto a las aguas del Mediterráneo, se abre ante nuestros ojos. La surcamos y andamos hacia la segunda variante que nos devolverá a la avenida por la discurríamos antes. Los edificios de la Copa América de Vela nos flanquean el paso, mientras ponemos rumbo hacia la playa de la Malvarrosa con el edificio Veles e Vents a nuestra derecha. Un leve pico a izquierdas y un viraje de amplio radio a derechas nos conducen de nuevo al mar y nos aparcan justo a la entrada del puente.
Hemos convenido que los operarios del puerto nos lo han extendido para que podamos pasar, así que continuamos por el otro lado de la dársena. Ahora, afrontamos una de las zonas más rápidas del circuito urbano de Valencia, una larga curva a izquierdas seguida de una recta que bordea el mar. Al final, las marcas del suelo, en el centro del círculo de una rotonda, nos sugieren el camino que seguía el trazado, guiándonos en una nueva chicane. Este punto vio varios momentos clave en su historial de carreras. Mark Webber o Lewis Hamilton pueden dar buena cuenta de ello.
Regresamos a la avenida desde la que comenzamos, pero ahora caminando en sentido contrario para acercarnos hacia el sector que se construyó ex profeso y que es el que menos se parece a una pista urbana. Un codo de derechas nos mete de lleno en ella, sorteando unos muros de hormigón para evitar el paso de coches. Una vez dentro, comprobaremos que su cometido no se cumple y que la zona no tiene ya nada del glamour y esplendor que en su día tuvo con la Fórmula 1.
Una sucesión de rápidos cambios de dirección, con la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia como telón de fondo, nos conduce a una horquilla. Se suponía que la construcción de esta parte de la pista iba a redundar en beneficios directos para la ciudad, soterrando unas vías de tren que hay detrás de la escapatoria y creando dos nuevas avenidas -con sus calles y edificios paralelos y transversales-. Pero, años después, lo único que hay es un poblado chabolista, basura, desperfectos y palmeras que nacen en los mismos pianos que pisaron los coches de Fórmula 1.
Volvemos a poner rumbo al puerto, pasando junto a un cementerio cuya paz se veía alterada una vez cada año entre 2008 y 2012. Las curvas siguen intactas y poder pisarlas, echar la vista hacia la siguiente y dibujar la trazada perfecta aún es posible. Enseguida, un nuevo murete de hormigón, formado por barreras newjersey, nos separa de la última curva. Su pintura sigue ahí, a pesar del paso del tiempo, esperando a que nuevos aficionados se acerquen a contemplarla. A nuestra derecha, se abre el antiguo Pit Lane, conservando aún su suelo, con los boxes a su lado. Y, delante de nuestros ojos, la parrilla de salida, hacia la que nos dirigimos para cruzar la línea de meta y dar por terminado el paseo.
Caminar sobre este asfalto, pisar las líneas blancas que todavía se conservan y apreciar el estado del lugar da mucho que pensar. ¿Cómo es posible que un circuito de carreras se devalúe tan rápido? No era tan difícil hacer las cosas bien y que este trazado perdurara en el tiempo. Tanto dinero invertido para nada. Tantas ilusiones de muchos tiradas a la basura por el egoísmo de unos pocos. Esperemos que, al menos, se tenga la voluntad de darle un futuro apropiado, acondicionando ese tercer sector como se merece, aprovechando su trazado para que dé vida, si no a carreras de coches, a la rutina y la vida cotidiana de los ciudadanos de Valencia.
Foto de portada: © Pablo López Castillo (elacelerador.com).