Si existe un tipo de coche de carreras que tenga la potencia, velocidad y brutalidad por bandera, es el Dragster, prototipo destinado para batirse en duelo por alcanzar la meta lo más rápido posible en pistas rectas donde lo más importante es la aceleración. No importa nada más, no hay curvas ni otro tipo de cambio de dirección. Únicamente la máquina contra la resistencia ofrecida por el aire y el asfalto.
Estas carreras de aceleración tienen un gran arraigo en algunos países americanos, como Estados Unidos, y poco a poco están calando entre la afición a este lado del gran charco. En España estuvo muchos años fuera de las competiciones oficiales, pero desde 2016 es deporte federado. Fuerza Libre Competición es el organizador detrás del único campeonato que se celebra en nuestro país bajo el amparo de una federación automovilística. El Campeonato de Aceleraciones tiene el respaldo de la Federación Aragonesa de Automovilismo y se celebra en varias citas durante todo el año, repartidas entre circuitos permanentes y aeródromos.
La típica carrera de aceleración cuenta con una distancia de poco más de 400 metros, el equivalente aproximado al cuarto de milla. Para ser exactos, 402,336 metros de competición en línea recta separan a los pilotos de la gloria. Las pistas se separan en dos carriles en las que piloto y coche se baten en duelo contra el contrincante que tienen a su lado. Cuando el semáforo se pone en verde, es el momento de dar rienda suelta a la potencia que almacenan los explosivos motores de estos artefactos brutales.
Pueden participar diferentes clases de vehículos. Desde turismos preparados, en los que lo único que queda del coche de calle es la carrocería (y a veces, ni siquiera eso), hasta los típicos dragsters, auténticos prototipos construidos específicamente para este tipo de pruebas. Se caracterizan por un chasis largo, estrecho en la parte frontal y que se va ensanchando hacia la retaguardia, buscando siempre la eficiencia aerodinámica y la tracción para poder acelerar los más rápido posible. En esta ecuación participa el enorme motor que montan.
Con potencia entre los 7000 y los 8000 caballos de vapor, los propulsores de los conocidos como Top Fuel pueden llegar a la asombrosa cifra de los 10.000 CV de potencia absoluta. Una verdadera monstruosidad, sobretodo si tenemos en cuenta los valores que arrojan los motores de otras categorías automovilísticas. Si lo comparamos con los motores de Fórmula 1, los de un Top Fuel son entre siete y diez veces más potentes, considerando que una unidad de potencia actual puede llegar a los 1000 CV. Obviamente, cada motor está pensado para trabajar de una manera diferente, pues ambas competiciones son totalmente distintas.
Para que estas obras de ingeniería funcionen, se necesitan cantidades ingentes de carburante. Utilizan nitrometano, un compuesto químico que se suele utilizar como disolvente. Se calcula un consumo aproximado de unos cinco litros por segundo de esta sustancia, lo que equivaldría al consumo de queroseno de un Boeing 747, uno de los aviones de pasajeros más grandes y famosos del mundo. Con ello, aceleran de 0 a 160 Km/h en apenas un segundo, alcanzando la meta en unos 4,5 segundos aproximadamente a una velocidad superior a los 500 Km/h.
Durante ese escaso tiempo que transcurre entre que el dragster arranca y cruza la meta, el piloto experimenta unas fuerzas de más de cuatro veces su peso. En esos momentos, la temperatura del motor se dispara, rozando la barrera de los 4000º C en el interior de la cámara de combustión. Por este motivo, y a pesar de que los motores son de ciclo Otto, durante la parte final de la aceleración suelen funcionar como si fueran de ciclo Diesel, pues debido a esa elevada temperatura, la mezcla puede explotar sin necesidad de una chispa de la bujía. En cualquier caso, estas se cambian tras cada carrera, pues quedan totalmente achicharradas.
Una vez que el prototipo ha cruzado la meta, se despliega un gran paracaídas que hace de freno aerodinámico, con la intención de parar el avance antes de que se acabe la pista. Además, se corta el suministro de combustible para que el motor se pueda parar. Con ello, y si todo ha salido según lo planeado, el dragster habrá completado su carrera en menos de cinco segundos. Eso si no hay ningún contratiempo, pues estas máquinas, por sus propias características tienen tendencia a despegarse del suelo, a hacer caballitos, a volcar, y también, a incendiarse.
No son pocos los graves accidentes que se han visto en este tipo de carreras, por ello, la búsqueda de la seguridad es máxima. Desde hace unos años, el uso de cúpulas cerradas es obligatoria en los Top Fuel y cada vez se están desarrollando soluciones para evitar tragedias, como ocurrieron en el pasado. Como en todas las competiciones automovilísticas, el riesgo siempre está presente. En todo caso, las carreras de aceleración, con riesgo incluido, son uno de los mayores espectáculos. Un coche contra otro. El duelo de los duelos para saber qué coche alcanza primero la línea de meta.