Circuit Jules Tacheny, Mettet (Bélgica). Para entender lo que Mettet significa en el mundo del motor hay que mirar hacia atrás, hacia una época en la que no eran coches, sino motocicletas las que surcaban estas tierras. A principios del Siglo XX, un joven piloto belga llamado Jules Tacheny recorría las calles del pueblo con una pasión desbordante por la velocidad. Las calles de esta pequeña villa valona vibraban bajo las ruedas de las motos, que zigzagueaban entre las casas y tiendas, haciendo de cada esquina una trampa mortal y de cada recta una invitación a la gloria.
Fue en esas mismas calles donde Mettet comenzó a forjar su leyenda. Las carreras urbanas atraían a multitudes, quienes, desde las aceras y balcones, veían pasar a los valientes pilotos que desafiaban tanto al reloj como a la muerte. Pero el tiempo, implacable, trajo consigo la necesidad de cambio. Las viejas calles del pueblo no podían seguir siendo el escenario de estas batallas mecánicas y, así, en 2006, nació el Circuit Jules Tacheny, una pista moderna y segura, diseñada para preservar la esencia de aquellas primeras carreras.
Un fin de semana de Rallycross, sin embargo, no es lugar para la nostalgia. Los motores de los coches rugen y el olor a gasolina y goma quemada pronto impregna el aire. La pista de Mettet se presenta como un campo de batalla perfecto. Cada curva, cada salto y cada bache de esta pista puede decidir el destino de una carrera. Y los pilotos lo saben. El Rallycross es un deporte como ningún otro. No es solo velocidad; es un combate cuerpo a cuerpo donde los coches, preparados para resistir golpes y para volar sobre la tierra, se lanzan a la pista en una lucha feroz por la supremacía. El sábado fue Timmy Hansen quien se subió a lo más alto del podio, con su hermano Kevin acompañándolo. Tan solo Ole Christian Veiby pudo meterse entre ellos. Pero el domingo es una nueva jornada para todas las categorías.
La primera curva, conocida por todos como uno de los puntos más críticos del trazado, se acerca rápidamente cuando los coches, apenas separados por milímetros, se lanzan en busca de la mejor posición. El barro salpica las carrocerías y los cristales. Un empujón descoloca ligeramente el coche, corrección de volante y a por los peligrosos pianos. Cada curva es una trampa. Los pinchazos y roturas acechan en todo momento.
Mientras los autos dejan tras de sí una nube de polvo y tierra, el público local no puede evitar recordar cómo Mettet ha evolucionado. Desde aquellos primeros días de motocicletas rugiendo por las calles hasta convertirse en un punto clave del automovilismo internacional, la pequeña localidad belga ha demostrado que no es el tamaño del circuito lo que importa, sino el carácter de quienes lo hacen grande.
La historia de Mettet está marcada por una dualidad fascinante: el pasado y el presente, el asfalto y la tierra, las motocicletas y los coches. Si bien el circuito sigue rindiendo homenaje a sus raíces en el motociclismo, su fama en los tiempos que corren se debe en gran parte al Rallycross, una disciplina que parece haber encontrado aquí otra base consolidada. El circuito, con sus complicados pianos, estrechas chicanes y largas rectas se ha convertido en un desafío en el que la suerte, junto a la pericia de los pilotos, juega un importantísimo papel.
El final de la prueba se acerca y los coches, cubiertos de barro, se lanzan con furia hacia sus respectivas finales. Las gradas vibran cuando estos se encuentran en la salida de la “Joker”. El público se levanta y aplaude a Joao Ribeiro, que vence en Euro RX3 en una jugada magistral. Banderas belgas arriba para recibir al ídolo local Kobe Pauwels en RX2e, en su reaparición en Rallycross. La batalla en Euro RX1 vuelve a elegir a Patrick O’Donovan como ganador, después de un fin de semana complicado. Y Johan Kristoffersson regresa al primer cajón del podio en una espectacular final del World RX.
Al apagarse los motores, mientras la adrenalina aún se siente en el aire, el circuito comienza a vaciarse y Mettet vuelve a su calma habitual. Pero con la sensación de que por unos días, la competición ha traído de vuelta aquella esencia pura e indescriptible, aquellas raíces que sustentan la historia del motor. Las mismas que jalonan los muros de piedra que siguen protegiendo el antiguo trazado rutero y que son una seña de identidad, como lo es el Rallycross, de este pequeño rincón de Bélgica.
Foto de portada: Red Bull Content Pool