La falta de vegetación en el lateral de la carretera permite vislumbrar poco a poco tu destino. El cartel sobre la línea de meta confirma que estás a punto de llegar y en breves momentos alcanzas la puerta de la entrada. Rodeas la última curva, cruzas el túnel bajo la pista y ya estás en el paddock. No tiene el aire de los circuitos modernos, pero sientes que estás en un lugar mágico y con una gran historia detrás. Descubres Calafat.
Este autódromo se construyó en 1974 y desde entonces ha albergado algunas de la competiciones de motor más importantes de nuestro país. Tanto de coches como de motos, en sus años de mayor actividad fue una de las citas más importantes del antiguo Campeonato de España de Turismos, y junto al Jarama y al Guadalope, era uno de los tres circuitos españoles. Con el de Alcañiz siempre mantuvo buenas relaciones. De hecho, numerosos comisarios y oficiales del trazado urbano viajaban algo más de una hora hasta Calafat para prestar sus servicios cuando eran requeridos. E incluso, albergó el mítico Premio Ciudad de Alcañiz en un año en el que el máximo organismo nacional se lo puso imposible a la pista del Bajo Aragón.
En los últimos tiempos, Calafat se ha reinventado para adaptar su trazado a las nuevas exigencias. Varios campeonatos eléctricos prueban aquí sus monturas y esto ha conllevado modificaciones en la pista, pero sin variar la esencia de las carreras de antaño. Algunas chicanes y horquillas para la Fórmula E y un nuevo tramo de tierra, junto a una nueva variante de asfalto, para conformar un circuito de rallycross en el que los futuros RX2e salen a quemar voltios a alta velocidad.
Pero caminando por el paddock, la esencia sigue muy presente. Hay varios factores que te invitan a recrearte en imaginar el ambiente automovilístico de los años en los que se construyó. La recta de meta, el Pit Lane y el propio paddock están a distinto nivel y los boxes no tienen puerta hacia el carril, únicamente una ventana por la que poder sacar los neumáticos y las herramientas de forma rápida. En una época en la que las paradas para repostar o cambiar ruedas eran algo totalmente distinto de ahora, tenía todo el sentido hacerlo así. Pero parece curioso verlo cuando nos hemos acostumbrado a circuitos de altas prestaciones y acordes a este siglo. Calafat es un resquicio de lo que fueron aquellos tiempos.
Por ello, vivir el Calafat Revival es la mejor excusa para acercarse a este trazado dominado por el viento y modelado por la brisa marina. Un Porsche 911 aquí, un Opel Ascona allá, parece que hay un Ford Escort,… ¡Y un Ford GT40! ¿Estarán Ken Miles o Bruce McLaren probándolo? ¿Chris Amon, tal vez? Igual sale del garaje Carroll Shelby… Nada de eso, pero el circuito, el ambiente y esos coches se conjugan para poner en marcha una máquina del tiempo que te traslade muchos años atrás.
Esperas impaciente el rugir de los motores, pero sobretodo el de ese impresionante GT40. Es mucho más bajo de lo que habías imaginado. Las películas, vídeos antiguos y fotografías no le hacen justicia ni de lejos. Paseas junto a él y notas acariciar un pedazo de la historia del automovilismo, y de las 24 Horas de Le Mans en particular. Cuando salen hacia la pista, un escalofrío te recorre el cuerpo. Así que para disfrutarlo no hay mejor manera que caminar hacia una curva, luego hacia la otra y así todo el día para ver estas máquinas en todo su esplendor y componer una imagen desde múltiples puntos de vista. Una gran panorámica de los años dorados de Calafat.
El viento sopla, pero aguantas porque lo que llama tu atención es mucho más fuerte. Acaban los entrenamientos y comienzan las carreras. Nadie quiere romper el coche ni tocarse con otro piloto y acabar los dos con una joya del automovilismo hecha trizas. Pero tampoco desean perder. Y las luchas se suceden. Intentan adelantarse y escaparse del otro, siempre con el máximo respeto. ¡Es un gran espectáculo!
Cuando todo termina, sientes que has aprendido algo. Una lección que te faltaba por asimilar. Y una experiencia inolvidable en uno de los circuitos que mantienen la llama de la historia, albergando un evento que debería ser de obligada asistencia para cualquiera que sienta la pasión desbocada por las carreras. Está bien leerlo y compartirlo, pero lo mejor es venir a descubrir Calafat y recrearse en un tiempo pasado, diferente pero igualmente emocionante.
Foto de portada: © Pablo López Castillo (elacelerador.com)