Las carreras de montaña tienen una magia que pocas competiciones muestran de una manera tan asombrosa. Quizás sea por el paisaje o por la lucha contra el cronómetro en carreteras reviradas, rozando a cada palmo la cuneta o el guardarraíl, que la emoción fluye rápidamente. Hasta hace muy poco, un piloto supo dominar esa magia, nacido hace casi sesenta y nueve años en la costa vasca. Andrés Vilariño, el mago de la montaña, domó como quiso estas carreras durante más de cuarenta años.
El experimentado competidor vasco colgó el casco hace un año y medio tras toda una vida desafiando a las leyes de la física en las carreras en cuesta. Habitual de las barquetas especializadas para esta competición, Vilariño es el mejor piloto español de la historia en este tipo de pruebas, habiendo cosechado cuatro Campeonatos de Europa de Montaña consecutivos, entre 1989 y 1992, y varios títulos nacionales, el último en 2015 a los 64 años.
Finalmente, la Subida a Sa Cala de 2018, en Ibiza, vio su canto de cisne con una nueva victoria, la última de todas. Pero hasta ese momento, muchos años de subidas de montaña pasaron. Desde sus inicios en 1979, cuando se alzó por primera vez Campeón de España, Andrés Vilariño ha ido amasando triunfos, uno tras otro, a la altura de los obtenidos por las grandes leyendas de la especialidad.
Fue tras sus primeros años compitiendo en rallyes, especialmente en el certamen vasco-navarro, cuando probó suerte ascendiendo cuestas en el menor tiempo posible. Pronto se posicionó como uno de los favoritos a nivel nacional. Y aunque en estos años ha probado suerte en diferentes disciplinas, la montaña ha sido su fiel compañera, a la que ha dedicado su vida deportiva. Carreras de turismos o de resistencia han tenido el honor de ver competir a Vilariño. Incluso hizo un par de incursiones en las 24 Horas de Le Mans, en 1989 con el Porsche 962C de Brun Motorsport; y en 1994 con el Ferrari 348 GTC-LM inscrito por Repsol, junto a Tomás Saldaña y Alfonso de Orleans.
Entre estas dos participaciones en la mítica prueba francesa, se llevó sus cuatro títulos de Campeón de Europa de Montaña. Hasta su eclosión, el rey indiscutible de la montaña fue el italiano Mauro Nesti, pero en 1989, el piloto donostiarra se alzó campeón continental por primera vez. Vilariño abrió un período muy próspero para nuestro país en la categoría, junto a Iñaki Goiburu y Francisco Egozkue. El tridente vasco se llevó siete campeonatos en seis años, destacando 1991. Esa temporada, Goiburu se alzó campeón en la categoría reservada para turismos, mientras que Vilariño lo hizo en la de prototipos, consiguiendo un pleno español en el Campeonato de Europa de Montaña.
El Lola T298 fue su inseparable acompañante de cuatro ruedas durante aquellas temporadas en las que dominó y logró escalar a las cumbres del automovilismo europeo. La Rampa da Falperra, Pécs o Rechberg fueron algunas de las montañas de nuestro continente donde pudo clavar su bandera. Pero también El Fito o Jaizkibel sucumbieron ante la pericia al volante de este mago de la velocidad. Después, el Norma M11 y el Osella PA9 tomaron el relevo al prototipo británico que tan buenos resultados le dio. Con sus nuevos compañeros también pudo saborear las mieles del éxito, cumbre tras cumbre.
Los años pasaron y nuevos genios llegaron para plantar cara a Andrés Vilariño. Durante mucho tiempo pudo compaginar las carreras en Europa con las válidas para el Campeonato de España de Montaña. Conforme fue sumando años, fueron otros los que fueron tomando su relevo. Sus hijos, Ander y Ángela siguieron sus pasos en las carreras en cuesta, y así continúan haciéndolo. Ahora son ellos los que desafían al cronómetro para conseguir el tiempo más rápido de ascensión.
Andrés Vilariño, el mago de la montaña. El piloto que consiguió domar los prototipos a su disposición para conquistar las carreras en cuesta europeas. El hombre que susurraba a las cumbres. Cincuenta años de carrera deportiva a sus espaldas y todavía sin alejarse mucho de la competición. Su equipo, Vilariño Motorsport, junto al circuito de karting de Olaberria, son el legado que deja para las generaciones futuras. Todavía queda Vilariño para largo.
Foto de portada: Box Repsol