A pesar de que fue uno de los grandes pilotos de su generación, Fermín Vélez no posee el reconocimiento que merece en su país de origen. Compitió en todas las grandes carreras en circuito a nivel mundial, salvo en las de Fórmula 1, incluyendo así el Gran Premio de Mónaco, pues no pudo competir nunca en la categoría reina. Pero sus buenas manos al volante le llevaron hacia la resistencia, donde logró grandes gestas. Su carrera terminó desarrollándose en Estados Unidos, donde todavía sigue siendo uno de los profesionales más reconocidos y añorados.
Fermín Vélez nació en Barcelona en 1959. Comenzó destacando en el karting, ganando campeonatos regionales y nacionales, hasta que dio el salto a los monoplazas, concretamente a la Fórmula 1430, campeonato de origen español, con motores Seat derivados de serie. Esto le abrió las puertas de un sinfín de categorías en las que probarse. De la Fórmula 3 a los rallyes, pasando por las subidas de montaña. Fermín Vélez se atrevía con todo y más, ganando allá donde había una prueba en la que competir.
La dificultad para seguir subiendo la escalera hacia la Fórmula 1 le llevó a decantarse por las carreras de resistencia. Allí logró consagrarse como uno de los mejores pilotos del mundo en la especialidad. Haber probado durante su carrera diferentes automóviles de competición le daba una perspectiva muy amplia del automovilismo. Supo aprovechar el momento para debutar en 1986 en el Campeonato del Mundo de Resistencia y correr por primera vez las 24 Horas de Le Mans.
Al año siguiente, Vélez se proclamó campeón en la categoría C2, por lo que logró convertirse en el primer piloto español que ganaba un campeonato internacional de automovilismo. El pionero en la resistencia lo fue algunos años más tarde en “hacer las Américas”. El catalán cruzó el charco en 1989, participando en sus primeras carreras en el campeonato IMSA. Entre tanto, su pasión le empujó a competir el año anterior durante una temporada en Fórmula 3000, la por entonces antesala de la Fórmula 1, con el equipo Barcelona Motor Racing Ltd. Los resultados no acompañaron, así que pronto volvió a la resistencia.
Su carrera con los Sport Prototipos estaba siendo un éxito, encadenando victorias y triunfos, tanto en Europa como en América. No en vano, volvió a ser campeón del mundo de resistencia en categoría C2 aquel año de 1989. Una vez al otro lado del Atlántico, Vélez se centró en el campeonato IMSA WSC, donde se convirtió en uno de los contendientes al título año tras año, conquistando el título de campeón en 1995. Esto le valió para volver a los monoplazas una vez más, esta vez a los de la Indy Racing League, el campeonato norteamericano en circuitos ovales. El objetivo de correr las 500 Millas de Indianápolis estaba más cerca que nunca.
En 1996, el piloto barcelonés afrontó su primera temporada en la IRL, compitiendo en dos de las tres carreras del campeonato, la Dura Lube 200 en el óvalo de Phoenix y la joya de la corona, las 500 Millas de Indianápolis. En la prueba sobre el Brickyard, corrió con el Lola-Ford #34 del Team Scandia. Calificó en 28º lugar, pero un accidente tras 107 vueltas le obligó a abandonar. Con esto, abrió de nuevo una puerta, al ser el primer piloto español en competir en la famosa carrera americana, tras Pierre de Vizcaya en los años ’20. Una experiencia que le sirvió al año siguiente, cuando repitió en la categoría y en la carrera más importante en suelo americano.
En esa segunda oportunidad, repitió equipo, pero no montura, pues participó en la prueba con un Dallara IR7 con motor Oldsmobile. Vélez, que contaba entonces con 38 años, se calificó en 29ª posición, ocupando el puesto de en medio en la décima línea de la parrilla de salida. En carrera protagonizó una buena remontada que le llevó a la décima posición final a cinco vueltas del ganador de la carrera, el holandés Arie Luijendijk. Un magnífico resultado, teniendo en cuenta que no corría con un equipo puntero ni con el material de mayor calidad, siendo el mejor de su equipo y superando a pilotos consagrados de su misma estructura, como Eliseo Salazar o Eddie Cheever.
Mientras, siguió participando con los Sport Prototipos en carreras de resistencia, consiguiendo dos éxitos importantes, un segundo lugar en las 24 Horas de Daytona y el triunfo absoluto en las 12 Horas de Sebring con el Ferrari 333 SP. Para 1998 deja las competiciones de monoplazas centrándose en la resistencia, ganando las 24 Horas de Le Mans en categoría LMP1, junto a Wayne Taylor y Eric van de Poele, dentro del equipo Risi Competizione, de nuevo con el Ferrari 333 SP. Además, Fermín Vélez contribuyó a la victoria de Ferrari en el Campeonato IMSA como piloto de la estructura oficial.
Comenzó el año 1999 con Fermín Vélez como uno de los pilotos más cotizados del automovilismo mundial, sobretodo en el complicado mundo de la resistencia. Su carrera estaba en un punto álgido, pero una mala noticia la había detenido momentáneamente, antes de empezar el curso. Tras realizarse unas pruebas médicas, se le detectó un cáncer. Fue operado y pudo volver a las carreras al año siguiente, aunque no al máximo nivel internacional. La enfermedad siguió su curso, obligándole a colgar el casco para luchar esta vez por una carrera mucho más importante. Finalmente, Fermín Vélez falleció el 31 de marzo de 2003, dejando tras él una estela llena de triunfos en múltiples y variadas categorías.
Su carrera está plagada de triunfos en karting, monoplazas, subidas de montaña, rally y resistencia, además de participaciones en categorías superiores de monoplazas, tanto en Europa (Fórmula 3000) como en América (Indy Racing League). Hasta la llegada de Fernando Alonso, fue el piloto español más exitoso de todos los tiempos. Y así lo reconoce el Circuit de Barcelona-Catalunya, que cada año organiza las 24 Horas de Barcelona, carrera de resistencia que lleva por nombre “Trofeo Fermín Vélez”. Su leyenda no pudo crecer más en vida, pero su recuerdo sigue latente, sobretodo, cada vez que alguien va a “hacer las Américas” tras los pasos de Vélez.