Entre campos de viñedos y las montañas de los sistemas que bordean el litoral catalán, se extiende un circuito de carreras, uno de los más antiguos del mundo. Durante años, fue el sueño y el anhelo de unos entusiastas del automovilismo que vieron en este triángulo de carreteras su lugar de encuentro en el que celebrar las más prestigiosas competiciones con los mejores y más rápidos coches de la época.

Sin embargo, a día de hoy no es la música de los motores ni el olor a gasolina y goma quemada la que recibe al visitante a este templo de la velocidad. Es el olvido, el de casi un siglo de abandono de una de las piezas clave en la historia del automovilismo de nuestro país. Por ello, vayámonos a Vilafranca del Penedès a revivir, metro a metro, la esencia del mítico circuito de carreras de Vilafranca, Els Monjos y La Múnia.

La historia nos cuenta que fue aquí donde la mítica Penya Rhin organizó sus primeras carreras importantes en 1921, 1922 y 1923. También, nos dice que aquellos eventos fueron comparables con los de mayor envergadura de nuestros países vecinos. Porque fue aquí donde, entre otras cosas, el legendario Tazio Nuvolari, considerado por muchos como el mejor piloto de la historia, dio sus primeros acelerones en competición a un auto de carreras.

Paseando por el Penedès

Final de la recta principal del circuito de Vilafranca del Penedès, donde se ubicaban la tribuna principal, línea de meta y garajes. © Pablo López Castillo (elacelerador.com).

Así que nos situamos justo en el punto donde se ubicaban las tribunas, la línea de meta y los garajes. Las estructuras eran desmontables pero alojaban una gran cantidad de personas, lo cual era todo un reto para la época. Además, aquí llegaban todos los cables del sistema telegráfico interno de comunicación, una revolución en aquellos tiempos que permitía a dirección de carrera saber en todo momento la situación de la prueba y a los periodistas poder enviar la información a sus medios de comunicación de manera casi inmediata.

Actualmente, solo un panel informativo y unas lineas rojas y blancas en un bordillo dan cuenta de que estamos en un circuito de carreras. Pasamos la primera curva y nos adentramos en una de las avenidas de Vilafranca del Penedès, en bajada, que nos conduce hacia la salida de la población. Atravesamos varias rotondas que sirven de acceso a las carreteras y autopistas que tienen en esta ciudad un nudo importante. La verdad es que es lo menos parecido a un autódromo que vamos a encontrar.

Paseando por el Penedès

Bajada en curva en la zona de la localidad de Els Monjos. © Pablo López Castillo (elacelerador.com).

Seguimos una orientación rectilínea mientras pasamos cruces y desvíos hacia polígonos industriales. Hasta que, por fin, salimos de esa vorágine y nos adentramos en la carretera hacia Santa Margarida i Els Monjos. Pasamos por dentro del pueblo y al salir, una gran recta jalonada de árboles nos acompaña. ¡Ahora sí que tenemos la sensación de estar en un circuito! Pronto, una rotonda nos obliga a virar la marcha hacia la derecha para tomar la carretera de La Múnia. Tras atravesar por encima la autopista, un paraíso de viñedos se abre ante nosotros.

Al fondo, las montañas que limitan la fosa tectónica del Vallès-Penedès nos ofrecen una estampa sin igual. Seguimos a fondo por una carretera que nos evoca a aquellos años en los que los bólidos volaban a ras de las viñas. Al llegar a La Múnia, la propia carretera describe de manera natural la curva para tomar la siguiente vía. Las casas siguen el mismo trazado que dibujó en su día el circuito y, aunque se trata de un cruce en el que no tenemos la prioridad, es inevitable darse cuenta de lo evidente.

Paseando por el Penedès

Recta entre viñedos de camino a La Múnia. © Pablo López Castillo (elacelerador.com).

Comenzamos la parte más técnica y divertida del circuito, la que nos llevará de vuelta a Vilafranca del Penedès. Atravesamos un puente que ya estaba ahí hace tantos años, dibujando a continuación varias curvas que serpentean en busca del llano. Una larga recta nos recibe, interrumpida por otra rotonda que corta el ritmo de un tramo sencillo pero desafiante. Nuevas curvas, en bajada, nos llevan a otra zona en la que sin esforzarte te das cuenta de que estás en un circuito de carreras. Y, poco a poco, viraje tras viraje, regresas al punto de salida.

Otro puente nos adentra en la recta de meta, hoy una zona industrial que termina en el parque y aparcamiento donde estaba ubicada la gran tribuna principal. Más de catorce kilómetros después, volvemos al inicio con la sensación de que todo lo que hemos recorrido fue trazado hace tantos años con un único propósito, el mismo que nos ha traído para descubrir de primera mano uno de los primeros circuitos de carreras del mundo. Es esto lo que te hace pensar, lo que te hace fruncir el ceño y quedarte meditando. Cuánta gente pasará cada día por aquí sin saber qué está en un lugar tan especial…

Paseando por el Penedès

La famosa curva de La Múnia. © Pablo López Castillo (elacelerador.com).

Foto de portada: © Pablo López Castillo (elacelerador.com).