Era el líder del campeonato de pilotos por apenas tres puntos y medio de ventaja, y su rival era su compañero de equipo. Ante estas circunstancias, el objetivo para la última carrera era sujetar el resultado. No hacía falta nada más. Si se podía ganar, se ganaría. Pero si no, con acabar justo detrás de su vecino de garaje podía ser suficiente. No era fácil, aunque pudiera parecerlo. No podía confiarse.
El Campeonato del Mundo de Fórmula 1 afrontaba la última carrera de la temporada en el magnífico circuito de Estoril, sede del Gran Premio de Portugal. Allí llegaban los dos pilotos de McLaren con una diferencia de puntos tan pequeña que nada estaba asegurado. El título sería para uno de los dos, pero había que despejar la incógnita. ¿Quién de ellos sería el agraciado?
Su diferencia de tres puntos y medio se debía a la suspensión de la carrera del Gran Premio de Mónaco, cuando se ondeó bandera roja antes de cumplir con el 75% de la distancia, por lo que se otorgaron la mitad de puntos. Entonces, el sistema de puntos otorgaba nueve unidades al ganador, y Alain Prost se llevó aquella prueba bajo la lluvia, y por lo tanto, cuatro puntos y medio. Así las cosas, Niki Lauda era el líder, con 66; mientras que Prost le seguía con 62,5. La batalla estaba servida, pero tampoco era necesario luchar. Y seguro que dentro de las cabezas de ambos, las ideas estaban muy claras.
Lauda y Prost fueron dos pilotos con una fortaleza mental envidiable. Eran capaces de dejar a un lado la pasión y el calentón para mantenerse con la cabeza fría en los momentos importantes. Por eso, aquel campeonato de 1984 fue una batalla mental sobre las pistas de carreras de medio mundo. Y esa última carrera no iba a ser diferente.
El trazado de Estoril albergaba por primera vez una carrera de Fórmula 1, marcando el regreso del Gran Premio de Portugal tras veinticuatro años de ausencia, cuando se disputó por última vez en el circuito urbano de Boavista, en Oporto. La sesión de calificación vio a Nelson Piquet superar a Alain Prost para hacerse con la Pole Position. Por contra, Lauda sólo pudo calificarse en la undécima plaza, por lo que Prost podía ser campeón si mantenía el resultado y Lauda no puntuaba, situación propicia si se mantenían las posiciones de salida al final de la carrera.
En la arrancada, Prost superó a Piquet, pero ambos fueron adelantados en la frenada de la primera curva por Keke Rosberg y Elio de Angelis. El francés se mantuvo a la zaga del finlandés y el italiano, hasta que en la vuelta nueve logró ponerse en primera posición. Mientras, Lauda seguía retrasado, aunque había logrado ganar dos plazas para ponerse noveno. Varias vueltas después, de Angelis empezó a perder posiciones, cayendo hasta la octava, momento en el que el piloto austriaco de McLaren le adelantó, empezando una remontada que le iba a llevar lejos.
Stefan Johansson fue su siguiente víctima, unas cuantas vueltas después. En la vuelta 28 ya estaba en posiciones de puntos, y cinco después, superaba a Ayrton Senna para alcanzar el podio. Pero esto no era suficiente. Con Prost liderando la carrera, necesitaba llegar a la segunda posición para conseguir los seis puntos de premio y el título. Pero ahí estaba Nigel Mansell, que manejaba su Lotus como en las grandes ocasiones.
La carrera se estabilizó y la balanza del campeonato se decantaba vuelta tras vuelta en favor de Alain Prost. El francés sólo podía ganar la carrera y esperar a que su compañero de filas no superara a Mansell. No tenía otra opción. Con la cabeza sobre los hombros, fue imprimiendo un ritmo rápido que fuese incapaz de alcanzar el británico, a la par que Lauda hacía lo propio para alcanzarlo. Él tampoco tenía otra opción. Sólo podía ir muy rápido, lo más rápido posible y jugárselo todo a la carta de adelantar a Mansell. Si no, el campeonato estaría perdido.
Pero a veces, en las carreras se dan situaciones que cambian por completo el panorama y benefician a un piloto necesitado de un golpe de suerte. No fue suerte lo que hizo que Mansell trompeara. Fue un problema en sus frenos, que al pisar el pedal, el coche se volvió incontrolable y el británico fue incapaz de corregir su deriva. Pudo reincorporarse a la pista, pero Lauda ya estaba a su zaga. Una vuelta después, se repitió el mismo problema, y esta vez sí, Mansell fue presa del campeón austriaco.
Con doce vueltas por delante, la segunda posición era todo lo que Niki Lauda necesitaba. Con este resultado, su rival y compañero, Alain Prost, sumaría nueve puntos, mientras que él obtendría seis. El francés le recortaría tres, pero ese medio punto que la bandera roja en Mónaco le birló, sería suficiente para que el piloto de Viena sumara su tercer entorchado mundial. Y así fue como tras 65 vueltas de alta velocidad y adrenalina sobre el asfalto portugués, Alain Prost cruzó vencedor la línea de meta, con Niki Lauda en segundo lugar, ganando el Campeonato del Mundo de Pilotos de Fórmula 1 por última vez.
Ese año, Niki Lauda había sido el líder del equipo, el piloto número uno. Así estaba especificado por contrato. Pero una vez se llevó el título, Niki fue a hablar con Alain. El año había sido duro para ambos, protagonizando una lucha encarnizada por el campeonato, pero siempre con el máximo respeto entre los dos. El de Viena se acercó al de Lorette, y le dijo que al año siguiente, él sería el líder del equipo y que tenía que ser el que ganara el campeonato. La idea de Niki era disfrutar de un año como campeón y retirarse.
Y así fue. Tal y como lo había planificado. En 1985, Prost ganó el campeonato, fue el líder de McLaren y Lauda se retiró de la Fórmula 1. Años después, sus caminos se han ido cruzando, y en los últimos tiempos, ambos han estado involucrados en tareas parecidas, pero en dos equipos distintos. La experiencia de Lauda ha sido transmitida al equipo Mercedes, lugar que ha sido su casa en estos últimos años. Ese es su legado final en las carreras. Una manera de ser, que hizo que ganara un campeonato por sólo medio punto. No necesitaba nada más, así que, ¿para qué jugársela? Ese era Niki Lauda, y hoy lo recordamos con este relato. ¡Que la tierra te sea leve, Niki!