En 2003, Ford presentó su nuevo Focus RS WRC para el mundial de ese año. Era una evolución de su versión de 2002 con algunas mejoras, destacando sobretodo el rediseño de la carrocería. Uno de los puntos interesantes de esa nueva carrocería era el paragolpes trasero, que era más grande de lo esperado. En él, la marca americana escondería su arma secreta para esa temporada: el tanque de aire comprimido.

Desde que los motores turbo invadieran la competición, el campeonato del mundo de rallies no era el mismo. Los motores necesitaban trabajar a un régimen de revoluciones mínimo para que los turbocompressores hicieran su magia, y la forma de pilotar los coches debía adaptarse al “ lag” propio de esos viejos motores. Ese “lag”, es el retraso que hay entre que el piloto pisa el acelerador pidiendo potencia y la entrega de la misma.

Ese efecto era debido a que los turbo debían empezar a girar antes de que el motor desarrollara la potencia necesaria. Así que podían pasar fácilmente un par de segundos entre apretar el pedal y que el coche acelerara debidamente. Por suerte en 1994, apareció el “antilag”: un complejo sistema que permitía quemar algo de gasolina aún durante las fases de desaceleración o de poca exigencia para el motor. De esa forma los turbos seguían girando y la potencia estaba disponible en cuanto ésta era necesaria. Desde entonces, este sistema ha sido un imprescindible en esta competición.

En la evolución de 2003 destacaba el gran paragolpes trasero.

La aparición del turbo también trajo un aumento en la potencia que podían desarrollar los coches y la Federación Internacional no tardó en poner límites a las motorizaciones. Mediante la introducción de bridas, se empezó a limitar el flujo de aire a disposición del turbo y de esta forma el rendimiento del motor. Para el año 2003, Ford introdujo un sistema para ganar potencia a pesar de las limitaciones aprovechando un vacío legal en el reglamento. La regulación estipulaba que el coche debía ser equipado con una brida restrictora de 34mm para limitar la sobrealimentación, así que Ford pensó que quizás había otra forma de meter aire en su motor.

Los ingenieros de la marca americana montaron un depósito de titanio de 45 L en la parte trasera del coche. Cuando el coche desaceleraba y entraba en funcionamiento el “antilag”, parte del flujo de aire soplado por el turbo era almacenado a través de tuberías en ese depósito trasero. Ahí, el aire se acumulaba ganando presión, y cuando ésta era suficiente, una válvula de mariposa cerraba el tanque.

Al sacar el paragolpes trasero quedaba visible el tanque en el que se almacenaba el aire.

Cuando el coche aceleraba otra vez y el piloto demandaba potencia, esa válvula volvía a abrirse, inyectando el aire comprimido del tanque de vuelta al motor. Así este disponía de un mayor flujo aire y entregaba alrededor de un 5% de potencia extra. El sistema fue algo polémico, y tras la tercera cita del campeonato de ese año, fue finalmente prohibido a pesar de ser técnicamente legal.

Curiosamente, el Ford Focus RS WRC de 2003 no estaba a la altura de sus rivales ni montando este sistema, así que la prohibición del mismo no incidió demasiado en el desarrollo del certamen. Sin embargo, hay que destacar la inventiva del equipo técnico de Ford al desarrollar esta original solución. En la que siempre ha sido la máxima de las competiciones de motor: ser el más rápido.

Finalmente Ford no tuve el rendimiento esperado ni con este sistema.