Ves la bandera a cuadros a lo lejos. El agua del inmenso océano acurruca los límites del circuito de Long Beach. Acabas de salir de la última curva y encaras los últimos metros que te van a llevar a la gloria. Al mayor éxito deportivo de tu vida. El título de Campeón de la IndyCar Series está al alcance de tu mano. Un último pisotón al acelerador y será tuyo. Te llamas Álex Palou y eres el primero de tu país que lo va a conseguir.
El tiempo podría detenerse en ese preciso instante para que pudieras recordar con calma cada uno de los pasos que te han llevado hasta allí. Pasos en un camino sinuoso que te han hecho dar la vuelta al mundo para conseguir algo que muchos sueñan pero que muy pocos alcanzan. Desde que aquel señor llamado Adrián Campos se fijó en ti, en tu manera de pilotar, en la forma con la que trazabas las curvas, … En detalles que únicamente es capaz de observar el ojo entrenado. Nada fue igual a partir de ese momento.
Junto a él, diste el primero, ese que nunca se olvida, el que inicia el camino de un viaje que habías comenzado siendo un niño mucho tiempo atrás. Pero fue, a fin de cuentas, el decisivo en ese momento, el que te subió en un monoplaza de Fórmula 3 de la Eurofórmula Open. Victoria desde la Pole Position a la primera y en Nürburgring, nada más y nada menos. ¡Toma ya! Eso fue empezar con fuerza.
La temporada no tuvo su premio final, pero tu nombre ya estaba en el candelero. Habías asombrado y cada vez más gente empezó a creer en tu potencial. Aunque dos años que se hicieron eternos siguieron a aquel periplo europeo, nada pudo provocar un alto en el camino que fuera terminal. El país del sol naciente te esperaba con los brazos abiertos. El lugar en el que otros antes que tú consagraron su carrera deportiva.
Por un momento, tu nombre se asoció al de un pionero al que seguías sus pasos. Entonces nadie lo sabía, pero de alguna manera tú has seguido la senda de los españoles que se aventuraron por vez primera en territorios tan lejanos y exóticos como Japón o Estados Unidos. A todos nos vino a la cabeza el nombre de Pedro de la Rosa. Y a todos nos emocionó imaginarte consiguiendo sus mismos éxitos.
Aquel asiento en el equipo de un tal Satoru Nakajima fue el trampolín para saltar hacia una categoría tan complicada como exigente. La Super Formula nos hizo soñar de nuevo con un piloto de casa ganando en tierras niponas. Y soñamos hasta que un maldito fallo en un conducto nos despertó. ¡Qué poco faltó, Álex! Pero pensándolo bien, a lo mejor tenía que ser asi. Porque tus pasos debían llevarte por un camino hacia algo que ningún paisano tuyo hubiera conseguido antes.
Así que, siguiendo la huella dejada por Fermín Vélez y Oriol Serviá, te plantaste en América para disputar una primera temporada en la IndyCar que fue el preludio de lo que estaba por llegar. O, quizás, un entrenamiento real del que es el mayor campeonato de monoplazas de Estados Unidos. Un certamen que ha llegado a rivalizar con la mismísima Fórmula 1 y que, históricamente, se asienta sobre cimientos más profundos que ella.
Y como si un estreno así nos pareciera un déjà vu, porque ya lo habías hecho en aquel importante año 2014, empezaste ganando en Barber para sentar las bases de tu asalto al título. Ese que ahora tienes en tus manos. Porque mientras estamos recordando esto, has recorrido los últimos metros hasta la línea de meta, la has atravesado y te has proclamado Campeón de la IndyCar Series. Ya es tuyo, Álex, y nadie te lo puede quitar. Has completado el camino. ¡Enhorabuena! Ahora, a por más.