‘Alfonso XIII’, ‘La Granja de San Ildefonso’, ‘1913’. Probablemente estos tres datos, así, sin venir a cuento, sin condimentar ni una pizca, no nos digan nada a ninguno. Al fin y al cabo, hilar que en algún momento del año 1913, el entonces Rey de España, Alfonso XIII, pudiese estar en La Granja de San Ildefonso es algo que no debe de sorprender a nadie. Pero si añadimos ‘Carlos de Salamanca’ la cosa cambia. Algo se mueve dentro de la mente de cualquier aficionado a la historia del mundo de las carreras de coches. Si además añadimos ‘Rolls Royce’ experimentaremos la placentera sensación de quien sabe de antemano que van a hablarle de algo gratamente conocido.
Resulta que un domingo de junio de 1913, la sierra madrileña de Guadarrama amaneció presta para vivir un espectáculo que fue el principio de algo en España que dura ya tantos años que ningún humano ha vivido sin su existencia. Era el día 15 de ese mes cuando se celebró el primer Gran Premio en España, la primera carrera de carácter internacional de automovilismo que se disputó sobre la piel de toro.
Los preparativos
Alfonso XIII fue el promotor de esta primera carrera que se celebró en un circuito alrededor de la sierra de Guadarrama. La salida, meta, y puestos de comisarios y jueces se situaron en la Puerta de Segovia de La Granja de San Ildefonso, así como las tribunas y los cobertizos que sirvieron de garajes para los vehículos. El trazado con salida en La Granja de San Ildefonso, subía el Puerto de Navacerrada en dirección a Madrid, bajando a Collado Villalba, donde se giraba a la derecha para pasar por el pueblo de Guadarrama y afrontar el Alto del León (también llamado Puerto de Guadarrama). Este se debía descender en dirección a San Rafael, pasando posteriormente por Revenga para llegar a Segovia, donde tomaban la carretera hacia La Granja de San Ildefonso, completando una vuelta de 103 Kilómetros.
El organizador de la prueba, el Real Automóvil Club de España (RACE), que llevaba ya casi 10 años en marcha, estableció la disputa de la carrera mediante una contrarreloj de tres vueltas al circuito, con lo cual los participantes debían recorrer un total de 309 Kilómetros para completar la carrera. El más rápido contra el crono en recorrer la distancia sería declarado ganador. Esta última frase puede parecer redundante, pero no lo es en absoluto. Debido a los medios disponibles en la época y al rudimentario sistema de cronometraje, los resultados no fueron oficiales hasta el día posterior a celebrarse la carrera, una vez se hubieron reunidos los jueces y determinado el orden de lo tiempos en base a los datos recopilados, reloj en mano, durante la disputa del Gran Premio.
Pero las carreras no se celebran porque sí. Siempre hay una chispa o varias que motivan a ciertas personas para organizar algo grande. Una de ellas fue la celebración de otras carreras anteriores, aunque de menor prestigio, en otros puntos del territorio hispano. Es el caso de la Copa Cataluña, celebrada entre 1908 y 1910, que tiene el honor de ser la primera carrera automovilística disputada en España en un circuito cerrado. Aunque la primera de todas, la pionera de la competición del automóvil fue la Subida al Monte Igeldo, celebrada el 22 de abril de 1908.
Se dice que realmente la primera carrera organizada en nuestro país fue durante las fiestas de La Mercé de Barcelona de 1899, en un circuito armado en el parque de la Ciudadela, de la cual no queda constancia gráfica ni documental. En cualquier caso, estas pruebas, y otras de menor calado, fueron el perfecto caldo de cultivo para el desarrollo del evento automovilístico más importante que iba a celebrarse hasta la fecha.
Otra chispa fue el entusiasmo de los fundadores del RACE y algunos aristócratas cercanos a Alfonso XIII por organizar una carrera de ámbito internacional en las cercanías de Madrid, tras la celebración el año anterior de una subida de montaña en el Puerto de Guadarrama que fue un rotundo éxito organizativo, según la prensa de la época.
Así pues, la organización estableció una reglamentación basada en los vehículos de turismo, descartando a los Voitturettes, pequeños y pioneros prototipos de competición que empezaban a aparecer. La carrera se denominó de manera oficial como “Gran Premio del RACE”, a imagen y semejanza del nombre oficial del Gran Premio francés, el “Grand Prix de l’ACF”, la más importante y prestigiosa carrera que se disputaba a nivel mundial por aquel entonces.
Los competidores
En cuanto a la participación, hay que destacar la presencia oficial de la marca Rolls Royce, a la postre vencedora de la prueba, con los pilotos Eric Platford y Carlos de Salamanca. Platford era piloto oficial de la marca y probador oficial, mientras que el marqués de Salamanca era el importador oficial de Rolls Royce en España y amigo íntimo de Henry Royce, cofundador del fabricante británico. Además, contaron con la presencia de Claude Johnson, máximo responsable de Rolls Royce en aquellos años, de quien se dice que aquel domingo de junio actuó como jefe de equipo.
También participaron, aunque a título privado y sin representación oficial de ninguna otra casa automovilística o con representación limitada, conductores como Ángel Santibáñez y José Rebolledo de Palafox (duque de Zaragoza) con Mercedes; Leoncio Garnier y Julio Labayon con Panhard; los marqueses de Avaray y San Carlos Pedroso, y Arsenio Cebrián con De Dion Buton; Manuel San Román con Humber; o Juan Manzano con Opel, así como otros sobre vehículos de las marcas Talbot, Delaunay, Lorraine Dietrich, Scheneider o Minerva. También se inscribieron vehículos de las marcas Sunbeam, Excelsior e Iscar, que finalmente no participaron.
La carrera
De esta manera, y en medio de una gran alegría del público asistente, se dio la salida al primer coche a las 10 horas y 13 minutos de la mañana del 15 de junio de 1913, con Nicolás de Peñalver y Zamora, conde de Peñalver, presidiendo el cuerpo de jueces (el equivalente a los actuales comisarios de carrera) y con Carlos Resines, secretario general del RACE, ejerciendo de cronometrador.
Todo el circuito estuvo en todo momento vigilado por soldados del ejército, así como soldados del cuerpo de ingenieros que actuaron como comisarios de pista, mostrando banderas de color azul (mostrada a un coche, obligaba al piloto a reducir la velocidad a causa de un peligro o para dejarse adelantar) y rojo (mostrada a un coche, obligaba a su detención inmediata). Así mismo, se montaron puestos de cronometraje en los puertos de Navacerrada y el León (cuyos descensos quedaron neutralizados) para el control de los participantes, así como la construcción de un puente para salvar el paso a nivel de Collado Villalba.
El piloto más rápido en la primera vuelta fue Eric Platford (Rolls Royce), colocándose en primer lugar de la carrera. En esta primera vuelta, varios pilotos sufrieron problemas, tanto mecánicos como de pilotaje. Destacaron los problemas de San Román (Humber), quien tuvo que abandonar la prueba al comienzo del Puerto de Navacerrada, y de Nedge (Talbot), quien se detuvo en plena ascensión al Alto del León y tuvo que retirarse. Así mismo, José Toda (Scheneider) sufrió un serio accidente que le hizo volcar en la entrada de Guadarrama. Por suerte, no hubo que lamentar desgracias personales y el piloto pudo salir de su vehículo por sus propios medios.
Con los pilotos tratando de rebajar sus tiempos con respecto a sus rivales, el líder de la carrera, Eric Platford, iba camino de afrontar su última vuelta, cuando recibió órdenes del propio Claude Johnson para que aminorara la marcha y dejase el liderato de la carrera en manos de su compañero Carlos de Salamanca, quien venía rebajando los tiempos y remontando puestos. Así fue como el madrileño Carlos de Salamanca, a bordo de un Rolls Royce, ganó el primer Gran Premio de España, completando las tres vueltas al circuito de Guadarrama en 3 horas, 34 minutos y 11 segundos, con un consumo de 83 litros de gasolina. En segundo lugar terminó César Pérez de Guzmán (Lorraine Dietrich) y en tercer puesto, Eric Platford (Rolls Royce).
Los premios
El ganador, de Salamanca, se embolsó 20.000 pesetas de la época, como parte del premio al piloto triunfador del evento. Pero mucho más que eso fue el aumento de su popularidad en el mundo de la competición y su reconocimiento como uno de los pilotos más importantes de la historia de Rolls Royce, marca que consiguió una de sus más importantes victorias en competición, y la más reconocida. Prueba de ello es el homenaje que en 2013 realizó la casa británica para conmemorar los 100 años de este triunfo, al sacar al mercado el Rolls Royce Wright con el color “Salamanca Blue” en honor de Carlos de Salamanca.
En cuanto al resto de participantes, cabe destacar el quinto lugar cosechado por Julio Labayon, con el Panhard sin válvulas, así como el octavo y noveno puestos logrados por Ángel Santibáñez y José Rebolledo de Palafox, ambos con sendos Mercedes. También se aplicaron sanciones por consumo de combustible a los vehículos de Leoncio Garnier (Panhard) y José Toda (Scheneider), la de este último sin efecto debido a su accidente.
Una vez terminada la prueba, y ya con todos los participantes que llegaron a la meta de nuevo en La Granja de San Ildefonso, se abrió el tráfico de las carreteras que formaban el circuito, mientras los jueces se sentaban a analizar los tiempos y deliberar acerca del resultado final, el cual se iba sospechando entre los aficionados a pie de pista, vista la actuación de cada uno de los participantes.
La prensa calificó el evento de ‘éxito completo’, remarcando el hecho de que no ocurriese nada desagradable que lamentar. Tanto la organización del RACE como la afición quedaron satisfechos con cómo se desarrolló la prueba, a la cual acudió numeroso público, especialmente madrileños, quienes pudieron volver a sus casas tras la apertura al tráfico de las carreteras.
Finalmente, los resultados finales proclamaron vencedor al marqués de Salamanca, y de esta manera fue como un piloto español, sobre un vehículo británico ganó el primer Gran Premio que se disputó sobre suelo peninsular. Tras esta carrera hubo que esperar diez años para la siguiente con la categoría de Gran Premio, la cual se disputó en el circuito permanente de Sitges-Terramar, pero eso ya es harina de otro costal.