El 16 de enero de 1903 nació en Montrouge, al sur de París, William Charles Frederick Grover, hijo de padre inglés y madre francesa. Aunque fue más conocido como William Grover-Williams o por su seudónimo en las carreras: W Williams. Su historia es una de las más curiosas de cuantas se puedan contar. Tras ganarse un nombre importante en toda Europa, gracias a su buen hacer en las carreras, se convirtió en espía al servicio de Gran Bretaña para luchar contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

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William pasó la Primera Guerra Mundial en casa de unos parientes en Hertfordshire, para trasladarse más tarde, junto a su familia, a Mónaco. Allí comenzó a desarrollar una gran pasión por los automóviles. Su primera experiencia al volante fue a bordo del Rolls Royce del novio de su hermana, y a partir de aquí, sus ganas de pilotar crecieron exponencialmente. Se buscó la vida para conseguir una motocicleta con la que competir en pequeñas pruebas amateur, y para evitar que sus padres se enteraran de sus peligrosos quehaceres, adoptó el seudónimo W Williams, que le acompañaría el resto de su vida.

William Grover-Williams camino de su primera victoria importante en el Gran Premio de Francia de 1928

Su experiencia en el pilotaje de diversas máquinas, le llevó a convertirse en el chófer del artista irlandés William Orpen, que en 1919 trabajaba como retratista de la Conferencia de Paz de París. Trabajando para él, conoció a su futura esposa, Yvonne Aupicq, que había sido la amante de Orpen algún año antes. Durante este tiempo, siguió participando en carreras y eventos amateur.

El salto a la popularidad lo dio en 1925, cuando pudo adquirir un Hispano Suiza H6 para competir en el Rally de Montecarlo. Su actuación le sirvió para ser uno de los 32 pilotos que lograron llegar a la meta aquel año. Continuó compitiendo en subidas de montaña que se celebraban cerca de Mónaco, pero su coche no era lo suficientemente ligero para este tipo de carreras. Su objetivo era plantar cara a Robert Benoist, la entonces estrella de aquellas carreras en Francia, que competía con un Delage que parecía bailar bajo sus manos.

W Williams (Bugatti Type 35C) junto a Raoul de Rovin (Delage 15S8) en el Gran Premio de Mónaco de 1929

De esta manera, centró todos sus esfuerzos en conseguir un Bugatti Type 35, un vehículo que reunía las características para luchar por cosas importantes en la montaña. Al año siguiente, llegó su primera victoria en estas carreras, ganando la subida al Mont des Mules. La casualidad quiso que lo hiciera con el Hispano Suiza y no con el Bugatti. Cosas de las carreras.

Sus actuaciones en todas las pruebas que disputaba llamaron la atención de Ettore Bugatti, quien le dio la opción de ser piloto reserva del equipo oficial de la marca francesa, a la par que le proporcionaría un coche para algunas carreras de menor importancia donde podría foguearse. En ellas logró varias victorias y un puesto de piloto oficial en el equipo Sunbeam Talbot Darracq para 1927. Lamentablemente, el equipo tuvo que retirarse del mundo de las carreras por problemas de financiación, de manera que el joven anglo-francés volvió pronto bajo el regazo de Bugatti.

Grover-Williams cruzando la meta para ganar el primer Gran Premio de Mónaco de la historia, en 1929

El año 1928 llegó para llevar a William a lo más alto del automovilismo europeo. Logró varios triunfos a bordo de su Bugatti Type 35C, pero su victoria más importante del año fue en el Gran Premio de Francia, que todavía mantenía su status de carrera importante. Aquel año se celebró en el circuito de Cominges, en el Pirineo francés, cerca de la ciudad de Saint Gaudens. Su triunfo allí supuso catapultarlo al estrellato, convirtiéndolo en uno de los pilotos más importantes del panorama internacional.

Al siguiente año le vio ganar de nuevo el Gran Premio de Francia, esta vez en Le Mans, pero también su victoria más recordada entre el gran público. En ese año de 1929, el Automobile Club de Monaco, con Antony Noghès a la cabeza, celebraron por primera vez el Gran Premio de Mónaco, y allí se impuso ante todos los participantes William Grover-Williams tras salir en segunda línea de la parrilla, imponiéndose a pilotos de la talla de Rudolf Caracciola, René Dreyfus o Philippe Étancelin.

El ganador del Gran Premio de Francia de 1929, William Grover-Williams, trazando la curva de Mulsanne del circuito de La Sarthe

Su espíritu competitivo le siguió dando impulso en todas las pruebas en las que continuó participando, incluyendo la victoria en el Gran Premio de Bélgica de 1931 en Spa-Francorchamps, que se disputó durante 10 horas y en la que compartió el volante de su Bugatti Type 51 con Caberto Conelli. Allí batió de nuevo a rivales de renombre, como Tazio Nuvolari, Archille Varzi o Ferdinando Minoia, campeón de Europa de pilotos aquel año.

Dos años después se retiró del deporte del automóvil. Había ganado las principales carreras europeas y su nombre contaba con un gran reconocimiento en todo el continente. Su deseo pasó a ser el de disfrutar de los placeres de la vida junto a su mujer, Yvonne. Pero el devenir de la política mundial puso fin a sus eternas vacaciones en 1939.

W Williams recibe el reconocimiento de las autoridades tras ganar el Gran Premio de Francia de 1929 en Le Mans

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, viajó a Inglaterra para alistarse en el ejército británico. Allí fue destinado al Special Operations Executive (SOE), un organismo creado a instancias de Winston Churchill y Hugh Dalton para llevar a cabo actividades de espionaje y sabotaje contra las Potencias del Eje en Europa. W Williams fue enviado a Francia para ayudar a la resistencia gala contra la Alemania nazi. Allí participó en la creación de células de sabotaje e intercepción de comunicaciones durante 1942, además de dar apoyo a la llegada de los aliados.

El 2 de agosto de 1943 fue detenido por el servicio de inteligencia de las SS y tras un largo interrogatorio, fue deportado al campo de concentración de Sachsenhausen. Los informes oficiales indican que el 23 de marzo de 1945, casi dos años después de su arresto, fue ejecutado en el mismo campo de concentración nazi, poniendo así punto y final a la vida de un hombre que supo abrirse camino en el complicado mundo de las carreras de automóviles, y que luchó contra los nazis como antes había luchado subido en su Bugatti, con esfuerzo, valentía y tesón.